Ávila es una pequeña ciudad histórica de Castilla y León, conocida por su muralla medieval casi intacta que rodea el casco antiguo. Fue declarada Patrimonio Mundial por la UNESCO en 1985, ya que conserva uno de los mejores conjuntos de arquitectura medieval románica, con una muralla bien preservada y integrada en la ciudad histórica, lo que la convierte en un ejemplo único de urbanismo y defensa medieval.
La Basílica de los Santos Vicente, Sabina y Cristeta
La Basílica de los Santos Vicente, Sabina y Cristeta era uno de los mejores ejemplos del románico español. Construida entre los siglos XII y XIV, se levantaba en el lugar donde, según la tradición, estos tres santos fueron martirizados por negarse a renunciar a su fe cristiana, lo que les costó ser torturados y ejecutados.
Tomé el tren desde la estación Madrid-Chamartín el 16 de agosto de 2020 y el trayecto duró alrededor de 1 hora y 26 minutos. La catedral fue el inicio de mi viaje. Destacaba por su imponente fachada y su cuidada escultura románica. El pórtico estaba formado por un arco con varias arquivoltas ricamente decoradas y columnas con capiteles esculpidos. La Oficina de Turismo se encontraba cerca de la basílica, donde se ofrecía información turística a los visitantes.
Las pinturas de colores apagados sobre las paredes de la catedral destacaban por su carácter antiguo y sobrio, acorde con la atmósfera medieval. Se trataba en su mayoría de pinturas murales realizadas directamente sobre la piedra. Las figuras representaban principalmente escenas religiosas, santos y motivos simbólicos.
La puerta principal de la Muralla de Ávila era la Puerta del Alcázar, situada en el lado oriental del recinto amurallado. Es la más monumental y una de las mejor conservadas. Al verlo, pude sentir una mezcla de asombro. La puerta impresionaba por su tamaño y solidez, y transmitia una fuerte sensación de protección y antigüedad. Al estar frente a ella, es fácil imaginar a viajeros, comerciantes y soldados pasando por ese mismo lugar hace siglos.
La Capilla de San Segundo, situada a las afueras de la muralla de Ávila, es un pequeño templo de estilo románico muy ligado a los orígenes cristianos de la ciudad. La decoración exterior de su ábside semicircular era muy sencilla, típica del románico: muros gruesos, pocos vanos y una marcada sensación de solidez. El ábside semicircular es muy común en el arte románico y simboliza la perfección y la eternidad.
En Ávila había muchos lugares encantadores donde podía sentarme en bancos bajo la luz del sol, descansar y disfrutar de la atmósfera tranquila del casco histórico.
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Las murallas de Ávila, construidas principalmente entre los siglos XI y XII, son uno de los conjuntos defensivos medievales mejor conservados de Europa. Su estilo es románico-militar medieval. Tienen unos 2,5 kilómetros de longitud y más de 80 torreones semicirculares. Están construidas en granito y alcanzan hasta 12 metros de altura. Las almenas, el adarve (camino de ronda) y las puertas fortificadas reflejaban su solidez y eficacia defensiva.
Desde lo alto de la muralla, la ciudad fortificada se desplegaba como un pequeño laberinto ordenado. Observaba un conjunto de edificios alineados dentro del recinto, con tejados que variaban en altura y materiales. Entre las construcciones sobresalían las torres y los campanarios de la Catedral de Ávila, que se elevaban por encima de los tejados y constituían el punto de referencia más llamativo del horizonte de la ciudad
La Catedral de Ávila se alzaba majestuosa como una de las joyas del gótico español, incorporando también elementos románicos en su estructura. Su imponente fachada presentaba un estilo sobrio y sólido, con un rosetón central que permitía la entrada de luz filtrada hacia el interior y torres robustas que parecían fundirse con la muralla medieval. Talladas en piedra, las esculturas de leones situadas a la entrada de la catedral se erigían como figuras guardianas.
Las torres de ladrillo marcaban la silueta característica de la catedral en el skyline de Ávila. Los detalles decorativos eran sobrios, pero conservaban un aire de fortaleza medieval: cornisas simples, pequeños relieves y arcos apuntados. Me gustaban las columnas elegantes y esbeltas, rematadas con capiteles ricamente tallados.
Circulé alrededor de las murallas. La Puerta de la Santa era una de las entradas más emblemáticas. Combinaba fortaleza y elegancia en un solo arco de piedra, reflejando la arquitectura defensiva de los siglos XI y XII. La puerta tenía un diseño clásico de arco de medio punto, reforzado con sillares graníticos. Dos torreones cuadrados vigilaban el acceso a la ciudad. Al atravesarla, sentí el paso del tiempo.
Dentro de la puerta, esta basílica de estilos neogótico y renacentista era el lugar natal de Santa Teresa. Santa Teresa de Jesús fue una monja, escritora y mística española, una de las figuras más importantes de la Iglesia Católica y de la literatura española del Siglo de Oro. Los bancos y las zonas de silencio permitían a los visitantes experimentar un momento de paz.
En el oeste de la ciudad, el río Adaja aportaba un respiro verde dentro del paisaje abulense, complementando la rigidez de la piedra de la ciudad. A lo largo de sus orillas crecían álamos, sauces y juncos, reflejando la vibrante escena del verano.
Podía mirar la panorámica de la ciudad. Se presentaba como una imagen serena, dominada por la muralla medieval que abrazaba el casco histórico como un anillo de piedra. Desde la distancia, la ciudad parecía surgir del paisaje castellano, recortándose contra un cielo amplio y limpio. Los techos rojos y ocres contrastaban suavemente con el gris claro de la piedra granítica. Esa paleta se volvía especialmente bella bajo el sol.
Aunque mi estancia en Ávila fue breve, ofrecía un viaje condensado al pasado. Las murallas medievales, sólidas y majestuosas, me impresionaban, pero no tenía tiempo suficiente para recorrerlas por completo. Cada piedra y cada tejado rojizo parecía contar una historia, dejándome la sensación de que la ciudad merecía un regreso más largo en el futuro.
Alcalá de Henares es una ciudad histórica de la Comunidad de Madrid, reconocida como Patrimonio Mundial por su excepcional casco renacentista, su emblemática Universidad fundada en 1499 y su legado literario como ciudad natal de Miguel de Cervantes. Con calles porticadas, patios universitarios y iglesias medievales, combina una rica herencia cultural con un vibrante ambiente universitario y numerosos espacios culturales, convirtiéndola en un referente histórico, arquitectónico y literario de España.
Llegué a esta ciudad el 17 de agosto de 2020 desde Madrid para un viaje corto pero significativo. Es una ciudad pequeña, pero posee algunos edificios interesantes que reúnen siglos de arquitectura. El Renacimiento es el gran protagonista, aunque los estilos gótico, barroco y mudéjar completan un conjunto monumental armónico y lleno de vida.
El estilo Renacimiento es más representativo de Alcalá. Aquí nació la primera ciudad universitaria planificada del mundo y muchas construcciones siguen este modelo. El Colegio Mayor de San Ildefonso de Universidad de Alcalá, con su impresionante fachada plateresca, es la gran joya de la ciudad. En su fachada destacaban los escudos y emblemas esculpidos con gran detalle y figuras simbólicas de sabiduría y poder académico. Parecían contar silenciosamente la gloria pasajera y los ideales de esta antigua institución de educación superior.
文艺复兴风格是阿尔卡拉最具代表性的建筑语言。世界上第一座规划完善的大学城便诞生于此,城市中的许多建筑都以这一理念为蓝本展开。阿尔卡拉大学的圣伊尔德丰索学院(Colegio Mayor de San Ildefonso)尤为璀璨,它那气势恢宏的立面堪称城市的象征。正立面上雕刻着繁复精美的纹章与徽章,人物形象象征着智慧、学术与人文精神,仿佛在静静诉说着这座古老学府的辉煌与理想。
Al cruzar la puerta, se accedía a una sucesión de patios rodeados de columnas y arquerías. El Patio de Santo Tomás de Villanueva era amplio y emblemático, con un aire solemne que imponía respeto. Caminar por él era como atravesar un puente entre pasado y presente. Frente a tanta belleza arquitectónica, resultaba casi imposible no detenerse a contemplar cada detalle tallado en la piedra. La Universidad sigue cumpliendo hoy su función académica y acoge a miles de estudiantes, manteniendo vivo el legado de siglos de historia. Al observar a los jóvenes que caminaban por los pasillos y los patios, me imaginé que tal vez algún día yo también podría venir aquí a estudiar.
Fuera de la Universidad de Alcalá, la Plaza de Cervantes era un espacio amplio y lleno de vida, donde la historia se entrelaza con el pulso moderno de la ciudad. Estar allí me hizo sentir parte de Alcalá: sentado en un banco, frente a la estatua del gran escritor, observaba el ir y venir de la gente y no pude evitar sentirme conectado con el legado de Cervantes y las aventuras de Don Quijote. Era como si, por un instante, la literatura cobrara vida en ese rincón tan especial.
En el centro de la Plaza de Cervantes se alzaba la estatua de Miguel de Cervantes, inaugurada en 1879 como homenaje al más grande autor de la literatura en español. Cervantes nació en Alcalá de Henares. Por eso, erigir una estatua así en su ciudad natal tiene aún más significado. La figura mostraba a Cervantes de pie, con un porte majestuoso; en una mano sostenía un libro, símbolo eterno de su obra, mientras que en el pedestal se representaban escenas y personajes de Don Quijote.
Recordé que leí Don Quijote cuando era niño. El libro me pareció tan interesante que me llevó a conocer más sobre la Europa medieval. El tema central de Don Quijote es la confrontación entre la realidad y la fantasía. Don Quijote representa los ideales de la caballería y los valores nobles, mientras que Sancho Panza encarna una visión práctica del mundo. La obra reflexiona sobre la hipocresía y la rigidez de la sociedad española de su tiempo, utilizando el humor y la sátira.
Por un momento, imaginé al propio Cervantes contemplando esta plaza que llevaba su nombre, escuchando el bullicio y la vida que seguía floreciendo gracias a su legado.
Me gustaban los jardines bien cuidados, los amplios paseos y los edificios de estilo clásico con soportales que la rodeaban. El jardín estaba formado por rosales, flores de temporada y árboles altos que daban sombra a los bancos. Era un lugar perfecto para observar el movimiento de la ciudad y tomar fotos. Aunque era un espacio pequeño, me invitaba a disfrutar del ritmo tranquilo de Alcalá.
La Calle Mayor es uno de los lugares más emblemáticos de Alcalá de Henares. Es conocida por tener los soportales continuos más largos de España, un detalle único que le da un carácter histórico y muy fotogénico. Era una mañana tranquila. La calle era peatonal y amplia, y sentí que era un lugar para disfrutar sin prisa de la belleza sencilla de sus soportales interminables. A ambos lados de la calle, los soportales se sostenían sobre columnas de piedra y madera, muchas de las cuales eran de origen medieval, testigos silenciosos del paso del tiempo.
El barrio antiguo de Alcalá de Henares es un entramado histórico lleno de encanto, donde cada calle conserva la huella de los siglos. En este barrio se mezclan casas bajas con patios interiores y antiguos palacetes renacentistas. Situada en plena Calle Mayor, la Casa Natal de Cervantes ha sido reconstruida siguiendo el modelo de una vivienda acomodada del siglo XVI para ofrecer al visitante el ambiente en el que nació Miguel de Cervantes en 1547.
El interior estába decorado con mobiliario, utensilios y objetos propios del siglo XVI, que ayudan a imaginar el día a día de una familia de clase media acomodada: la cocina con sus fogones y vasijas de barro, las salas con arcones y tapices. En las salas dedicadas a la vida y obra del escritor, se encuentraban ediciones históricas del Quijote, grabados y documentos que narran cómo la obra cervantina fue expandiéndose por todo el mundo.
La Catedral Magistral de los Santos Justo y Pastor
Al final de la Calle Mayor se encontraba la Catedral Magistral de los Santos Justo y Pastor. Una Catedral Magistral es un tipo de catedral único en el mundo: solo existen dos, y ambas están en España. El término “magistral” significa “maestro” o “doctor”, y se debe a que estas catedrales están estrechamente ligadas a la formación teológica; por ello, todos sus canónigos debían ser doctores en Teología. La torre campanario era uno de los elementos más llamativos del conjunto. Se elevaba con elegancia y se veía desde muchos puntos del casco histórico.
En la parte más alta de las torres se sitúaba una cruz de hierro forjado, acompañada de una veleta que indica la dirección del viento. Este remate es muy típico en las iglesias hispanas. En muchas zonas de España, especialmente en Castilla y Aragón, la arquitectura mudéjar incorporó remates metálicos en torres. La veleta no era solo decorativa. En las ciudades españoles antiguamente se usaba para saber la dirección del viento, importante para el clima y la agricultura.
Convento de Agustinas de Nuestra Señora de la Consolación
El Siglo de Oro, desde 1492 hasta aproximadamente 1682, fue el periodo más brillante de la historia cultural de España, una época en la que florecieron la literatura, con obras como Don Quijote, y el arte, representado por maestros como Velázquez. Tras el Siglo de Oro, la ciudad adoptó el estilo barroco, sobre todo en los interiores y en los conventos. Fundado en el siglo XVII, el Convento de Agustinas de Nuestra Señora de la Consolación conservaba intacto su aspecto original.
Su fachada, sobria y elegante, reflejaba la estética del barroco castellano temprano: líneas rectas y ladrillo visto. La pared presentaba una superficie moteada y texturada. El conjunto formaba parte esencial del barrio antiguo de Alcalá: una arquitectura que combinaba piedra y ladrillo antiguo, y transmitía la sensación de haber viajado a un tiempo en el que la vida transcurría a un ritmo más lento.
Antes de irme de Alcalá me encontré con este unico edificio cerca de la estación de tren. El Palacete de Laredo era, sin duda, uno de los monumentos más sorprendentes durante mi viaje. Construido en el siglo XIX por Manuel José de Laredo, el combinaba los estilos neo-mudéjar, neogótico y romántico. Su fachada de ladrillo, estaba decorada con arcos de herradura, frisos geométricos, cerámica vidriada y detalles que evocaban la Alhambra de Granada. Su torreón, rematado con delicados motivos mudéjares, se elevaba como un faro de fantasía en medio del barrio.
Aunque mi visita a Alcalá de Henares fue breve, cada rincón de la ciudad dejó una impresión profunda y duradera. Desde el primer instante, sentí que caminaba por un lugar donde el pasado y la literatura se entrelazan en cada esquina. Lo que más me impactó fue la conexión entre la herencia de Cervantes y los ecos del Siglo de Oro. Alcalá me ofreciera un instante de historia viva que, aunque efímero, permanecerá conmigo mucho tiempo.
Aranjuez, ciudad de jardines y aguas serenas, parece vivir al ritmo de una melodía eterna. Mi viaje hasta aquí nació de una música: el Concierto de Aranjuez de Joaquín Rodrigo. Sus notas suaves y melancólicas evocaban en mí la imagen de un lugar donde la historia y la naturaleza dialogan con armonía, levándome a esta encantadora ciudad real.
Mi viaje a Aranjuez comenzó con esa melodía. Desde que escuché por primera vez el Concierto de Aranjuez de Joaquín Rodrigo, supe que algún día debía conocer el lugar que inspiró aquella música de guitarra. Por eso, en la clara mañana del 18 de agosto de 2020, tomé el tren desde la estación de Atocha, en Madrid. El trayecto dura alrededor de 45 minutos. Los trenes pertenecen a la línea C-3 de Cercanías Renfe, y un billete sencillo cuesta alrededor de 4,50 €. Mientras el tren avanzaba hacia Aranjuez, sentí que seguía el rastro de unas notas musicales, como si me estuviera acercando a un reencuentro largamente esperado.
Al llegar a Aranjuez, lo primero que me sorprendió fue su tranquilidad. Las calles eran amplias, bordeadas de árboles y de edificios de tonos cálidos. Mi recorrido comenzó en el Palacio Real de Aranjuez, una residencia construida por los reyes de España como retiro de primavera. Frente al palacio se extendía un largo corredor arqueado, una galería porticada que invitaba a caminar bajo sus arcos.
La luz se filtraba entre los pilares de piedra y proyectaba sombras alargadas sobre el suelo, creando un juego rítmico de luces y silencios. Sus arcos de medio punto, repetidos con la precisión de un sueño clásico, dibujaban un camino que parecía no tener fin. Las columnas, altas y serenas, custodiaban la memoria de un tiempo en el que reyes y cortesanos paseaban entre murmullos. Cada sombra que se extendía bajo los arcos era una historia dormida; cada reflejo en el suelo gastado, una huella del esplendor que un día fue.
La fachada sur del Palacio Real de Aranjuez, abierta hacia la Plaza de Armas, destacaba por su elegante galería porticada de arcos de medio punto en la planta baja, sostenida por robustos pilares de piedra. Sobre esta arquería se alzaba la planta principal, con una sucesión de balcones enmarcados por pilastras y frontones, y coronada por una balaustrada adornada con esculturas y jarrones de piedra. Construida en ladrillo rojo y piedra blanca de Colmenar, la fachada combinaba con maestría el equilibrio clásico y la solemnidad heredada del barroco.
La Plaza de Armas es el corazón de Aranjuez. Sus amplias proporciones y su diseño simétrico evocan la elegancia clásica de las grandes cortes europeas. A un lado, la fachada del Palacio Real se alza luminosa, con su armoniosa combinación de mármol blanco y ladrillo rojo; al otro, los jardines se insinúan entre los muros, dejando escapar el aroma de las flores. En el centro de la plaza, el aire parecía quedarse quieto, interrumpido únicamente por el eco suave de mis pasos.
Allí comprendí por qué Joaquín Rodrigo pudo transformar Aranjuez en música. La fachada principal del Palacio Real de Aranjuez era majestuosa y luminosa bajo el sol. Desde el primer momento, me impresionó su fachada simétrica que transmitia una sensación de equilibrio. Tres niveles de arcadas y balcones se sucediban con una armonía casi musical, coronados por un frontón donde ondea el escudo real. En el centro, el gran balcón principal parecia un escenario desde el cual los reyes contemplaban sus jardines y el río Tajo. Cuando el sol iluminaba la fachada, los tonos cálidos del ladrillo se mezclaban con el brillo claro de la piedra, y el conjunto parecia vibrar como una nota sostenida en el aire.
En la entrada del Palacio Real llamaban mi atención unas delicadas esculturas de niños pequeños, talladas en piedra clara. Representaban querubines y figuras juguetonas que sostenían guirnaldas y cántaros de agua. Sus rostros, llenos de serenidad y alegría, contrastaban con la solemnidad del palacio y aportaban un toque de ternura a la escena. La luz del sol resbalaba por sus mejillas redondeadas y destacaba los pliegues suaves de sus cuerpos. Al observarlos, uno siente que esos niños simbolizan el espíritu de Aranjuez: la unión entre la gracia y la nobleza, entre la infancia del arte y la madurez de la historia.
Al cruzar el umbral del Palacio Real de Aranjuez, lo primero que me impresionó fue la gran escalera de honor, una obra majestuosa. Construida en mármol claro, se abría en dos brazos simétricos que ascendían suavemente desde un vestíbulo luminoso, coronado por una bóveda decorada con relieves y molduras doradas. La barandilla, de hierro forjado y bronce, trazaba curvas elegantes que acompañaban el movimiento ascendente.
Al avanzar más, los salones se sucedían como una galería del tiempo: las brillantes lámparas de cristal, los tapices de patrones complejos, los frescos y espejos que reflejan siglos de historia. Cada estancia estaba concebida para impresionar a los visitantes, como si la arquitectura y la decoración formaran parte de una misma coreografía destinada a glorificar a la monarquía.
Entre los salones del Palacio Real, el Dormitorio de Isabel II destacaba por su delicada elegancia. Al entrar, todo parecía envuelto en una luz suave, filtrada por cortinas de seda que teñían la estancia de un tono dorado. Las paredes estaban cubiertas de tapices y telas finas, decoradas con motivos florales y detalles dorados que reflejaban el gusto refinado de la reina. En el centro, la cama con dosel, hecha de terciopelo y bordada con hilo de oro, estaba rodeada de espejos, muebles de marquetería y un pequeño tocador.
El Gabinete de Porcelana es, sin duda, una de las estancias más delicadas del Palacio Real de Aranjuez. Al cruzar su puerta, sentí que entraba en un mundo casi irreal, donde cada pared se convertía en una obra de arte. El espacio está revestido por completo de placas de porcelana en relieve, modeladas y pintadas a mano con una precisión exquisita. Flores, guirnaldas y aves exóticas parecían brotar de las paredes, como si fueran criaturas vivas congeladas en un instante eterno. La luz que entraba por la ventana se deslizaba sobre la superficie brillante de la porcelana, creando reflejos perlados. Era un espacio que no solo se miraba, sino que se sentía, como un susurro delicado que evocaba el ritmo luminoso del Concierto de Aranjuez.
El Salón de Baile es una estancia que impresiona por su elegancia. Lo primero que llamaba mi atención era la amplia luminosidad, reflejada en los espejos altos que multiplicaban la luz. Las paredes estaban decoradas con paneles dorados, líneas delicadas y motivos neoclásicos. En el centro, las brillantes lámparas de cristal revelaban la función original de la sala: un lugar para la celebración. El suelo de madera, pulido hasta el brillo, invitaba a imaginar los pasos de los bailarines, los acordes de una orquesta y el murmullo elegante de la corte.
El Despacho de la Reina reflejaba la vida privada y cotidiana de una reina. Había una atmósfera cálida, creada por las maderas nobles y los tapices de colores. El mobiliario era refinado sin llegar a ser ostentoso: un escritorio delicadamente tallado, donde la reina podía escribir cartas o atender asuntos personales, acompañado de sillas tapizadas con sedas finas. Las paredes estaban decoradas con cuadros de pequeño formato, grabados y retratos. La luz natural entraba filtrada por cortinas elegantes, otorgando a la estancia un tono casi doméstico.
Al salir del palacio, el paisaje del Jardine del Parterre se abría como un respiro: amplias avenidas arboladas, fuentes que murmuraban con un ritmo propio y parterres geométricos que recordaban la estética refinada de los grandes jardines europeos. Entre los caminos, pequeñas estatuas y grupos escultóricos aparecían de repente, casi escondidos entre el verdor. Los parterres simétricos, trabajados con precisión, mostraban flores de temporada cuyas formas y colores aportaban vivacidad. Me detuve frente a la Fuente de Hércules y Anteo, donde el sonido del agua cayendo parecía repetir las notas lentas del Adagio del Concierto de Aranjuez. Era fácil entender por qué los monarcas buscaban aquí descanso y por qué tantos artistas encontraron inspiración.
El río Tajo es el más largo de la Península Ibérica, con aproximadamente 1.007 km de longitud. En Aranjuez, el Tajo está acompañado por jardines, palacios y paseos, formando parte del Paisaje Cultural de Aranjuez, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. A lo largo de sus orillas se encontraban numerosas esculturas en forma de copa. Decoradas con motivos vegetales, geométricos o mitológicos, reflejaban la estética neoclásica y barroca del conjunto de jardines.
El muelle pequeño se adentraba como un dedo en las aguas del Tajo. La luz del mediodía se derramaba sobre el agua, tiñendo de oro y plata cada ondulación. Todo alrededor respiraba calma: el murmullo del río, el crujir de los sauces y el vuelo silencioso de las aves, como si el río y la tierra se encuentraban en un abrazo silencioso.
Siguiendo el curso del río Tajo, llegué a los Jardines del Príncipe. Era un inmenso paisaje verde, más cercano a un parque natural que a un jardín formal. A finales del siglo XVIII, el futuro Carlos IV quiso disponer de un jardín propio donde pudiera pasear, cazar, montar a caballo y disfrutar de la naturaleza sin las limitaciones del estricto diseño cortesano. Por eso se concibió como un gran parque de uso personal.
Sentí inmediatamente la amplitud. Los caminos eran amplios y se perdían entre bosques de árboles monumentales: plátanos, álamos, castaños de Indias y cedros. La luz se filtraba entre las hojas creando parpadeos dorados, mientras el aire se impregnaba del olor profundo del Tajo. Aquí, la naturaleza se desplegaba con libertad y creaba un equilibrio perfecto entre lo silvestre y lo refinado.
Rodeada de árboles altos, La Fuente de Narciso se inspiraba de la leyenda clásica de Narciso. En el centro, la figura del joven Narciso representado con una belleza idealizada y rasgos suaves se inclinaba ligeramente hacia el agua, como si buscara su reflejo eterno. Era una fuente monumental en la que la mitología se mezclaba con el paisaje. En los jardines occidentales, era habitual encontrar elegantes esculturas que adornan las fuentes.
En toda Europa del siglo XVIII existía un gran gusto por lo “chino” o lo oriental. Durante esa época, la aristocracia europea se fascinó por lo exótico: porcelanas chinas, lacas japonesas, biombos, jardines con pabellones orientales… Los reyes españoles, al igual que otras cortes europeas, incorporaron elementos “chinescos” en sus palacios y jardines. El Estanque de los Chinescos aparecía como un pequeño mundo encantado dentro del jardín. Rodeado de vegetación, estaba adornado con delicados pabellones de inspiración oriental. En medio del estanque, pequeñas islas unidas por puentes ligeros invitaban a pasear lentamente.
En el centro del jardín se encuentra la Casita del Labrador, una pequeña joya neoclásica que servía como residencia privada de los reyes. A primera vista, parecía un palacete exquisito, delicadamente construido entre los árboles. Su fachada, elegante y armónica, combinaba piedra clara, líneas neoclásicas y detalles refinados. Las esculturas en relieve que la decoran representan motivos alegóricos que evocan la paz y las artes, todas trabajadas con un cuidado minucioso. Creo que este pequeño palacio era un lugar perfecto para descansar, especialmente después de un largo y agotador paseo por el jardín.
Cerca de la Casita del Labrador, las flores púrpuras añadían un delicado toque de encanto al paisaje. Sus pétalos vibrantes resaltaban entre el verde profundo de los árboles y arbustos, creando un contraste lleno de vida. Su presencia ligera aportaba frescura al entorno y envolvía el jardín en un aire romántico.
Lo verdaderamente impresionante está en el interior. La Casita del Labrador era un auténtico museo del refinamiento de finales del siglo XVIII. Cada sala parecía una obra de arte: suelos de mármol dispuestos en mosaico, muebles traídos de París y de Viena, relojes delicadísimos, sedas bordadas y lámparas de cristal que brillaban con una elegancia sutil. La decoración combinaba el gusto neoclásico con toques de una exuberancia heredada del rococó. La luz cálida inundaba las estancias gracias a los grandes ventanales.
La Isla Americana era un rincón especialmente interesante. Rodeada por un brazo del río Tajo, esta isla fue diseñada para acoger especies vegetales procedentes de América. Al entrar, el ambiente cambiaba de inmediato: los árboles se volvían más altos, más robustos y más insólitos que los habituales en los jardines europeos. Allí crecían plátanos gigantes, acacias, magnolios y ailantos cuyos follajes densos creaban una sombra profunda. Los troncos retorcidos y las hojas de gran tamaño daban al lugar un aire misterioso, casi primitivo.
El Jardín del Príncipe es, además de un espacio natural, un auténtico museo al aire libre donde el arte dialoga con la vegetación. La Fuente de Apolo es un ejemplo perfecto de cómo el arte clásico se integraba en el paisaje. En el centro, la figura de Apolo, dios de la luz, encarnaba la belleza idealizada característica del neoclasicismo. A su alrededor, la fuente incorporaba elementos decorativos: pequeñas esculturas que evocaban ninfas y alegorías del agua. Me gustaban las esculturas de la arquitectura occidental, tan diferentes de los elementos característicos de la arquitectura oriental en China y Japón.
Me encantaba el atardecer en Aranjuez, como en el Concierto. Cuando el sol comenzaba a descender, la fachada del Palacio Real se transformaba en un lienzo dorado. La luz cálida de la tarde acariciaba los muros de ladrillo y piedra, haciendo que cada arco, cada cornisa y cada balcón pareciera encenderse por un instante. El rojo del ladrillo se volvía ámbar, la piedra blanca se teñía de rosa, y el conjunto brillaba como si el edificio respirara la última luz del día.
Al caer la tarde, mi viaje llegó a su fin y las sombras se alargaban sobre todo el palacio. Me senté en un banco, en un rincón tranquilo, y volví a escuchar el Concierto de Aranjuez en mis auriculares. Mientras sonaban las últimas notas, todo parecía detenerse: el tiempo, incluso el murmullo del viento. Cada acorde se transformaba en una hoja que se movía o en una fuente que cantaba. Y, como toda buena melodía, su recuerdo continúa resonando mucho después de que el último acorde se desvanece.
Toledo es una de las ciudades históricas mejor conservadas de Europa y un auténtico testimonio vivo del pasado. Conocida como la “Ciudad de las Tres Culturas”, Toledo fue durante siglos un crisol de convivencia entre cristianos, musulmanes y judíos, cuyas huellas aún se perciben en su arquitectura, su arte y su trazado urbano. Su bien conservado casco histórico, con callejuelas empedradas, majestuosos edificios religiosos y una muralla medieval que abraza la ciudad, me ofrece una experiencia única que transporta al visitante a la Edad Media.
Tomé el tren de alta velocidad desde Madrid para visitar esta ciudad el 17 de agosto de 2020. La estación de tren de Toledo, inaugurada en 1919, es una joya arquitectónica que destaca por su estilo neomudéjar, una corriente muy popular en España a finales del siglo XIX. Este estilo se inspira en la arquitectura islámica que floreció en la península ibérica durante la Edad Media, especialmente en el arte mudéjar, caracterizado por el uso de ladrillo, cerámica vidriada, arcos de herradura y elementos decorativos geométricos. Su torre del reloj, los arcos ornamentados y los detalles en azulejos son magníficos ejemplos del estilo neomudéjar. Entrar en la estación fue como atravesar un eco de la historia.
Viajar en tren de alta velocidad (AVE) entre Madrid y Toledo es muy conveniente. El trayecto Madrid–Toledo dura aproximadamente 30 minutos. El billete cuesta 13,90 € para trayectos directos si se reserva con antelación. Los trenes son modernos y limpios, con asientos cómodos, aire acondicionado y suficiente espacio para equipaje.
La historia de Toledo está profundamente marcada por su vínculo con el Islam, especialmente durante la Edad Media. Tras la conquista musulmana de la península ibérica en el año 711, Toledo que había sido una importante ciudad visigoda pasó a formar parte de Al-Ándalus, el territorio gobernado por los musulmanes en la región. La ciudad antigua de Toledo está construida sobre una colina rocosa que se eleva abruptamente sobre el río Tajo. La ciudad se organice en distintos niveles, adaptándose a la topografía del lugar.
La influencia islámica se dejó sentir en el urbanismo de la ciudad, con un trazado laberíntico y arquitectura característica, elementos que aún hoy pueden observarse en el casco antiguo. Las murallas de Toledo son uno de los elementos más emblemáticos del paisaje urbano de la ciudad. Las fortificaciones actuales son el resultado de múltiples ampliaciones y reconstrucciones realizadas durante los periodos visigodo y musulmán.
Toledo tiene ese encanto único que se siente aún más cuando las calles están tranquilas, sin multitudes. Caminar junto a sus antiguas murallas, rodeado de historia viva, entre piedras que han visto pasar los siglos, debía de ser una sensación casi mágica. Las exuberantes plantas tropicales que crecen a lo largo de las murallas aportan un hermoso contraste. La luz dorada sobre los muros y el eco de mis pasos en los callejones solitarios convirtieron mi paseo en un recuerdo imborrable.
Cuando Toledo fue reconquistada en 1085 por el rey Alfonso VI, comenzó una nueva etapa de transformación artística y religiosa en la ciudad, pero lejos de borrar el pasado musulmán, se produjo un fenómeno muy interesante de transmisión y fusión arquitectónica. Muchas de las antiguas mezquitas fueron convertidas en iglesias cristianas, pero mantuvieron buena parte de su estructura original islámica, dando lugar a un estilo propio conocido como mudéjar.
La Puerta de Alfonso VI fue construida durante el periodo de dominación musulmana. Formaba parte del primer cinturón defensivo de la ciudad. La puerta es de estilo islámico, con un arco de herradura flanqueado por dos torres. Su construcción en mampostería y ladrillo, junto con su decoración sobria, muestra claramente la estética defensiva y funcional del periodo andalusí. Fue durante siglos la entrada principal a Toledo desde el norte y formaba parte del sistema defensivo que protegía el acceso a la ciudad.
Sobre la puerta, vi el escudo imperial con el águila bicéfala. El águila bicéfala está esculpida en alto relieve. En el centro del águila se encuentra el gran escudo imperial de Carlos V quien gobernó Sacrosanto Imperio Romano Germánico. El alcance de su imperio comprendía territorios como Castilla, León, Aragón, Navarra, Sicilia, Austria, Borgoña y Flandes. En los siglos XIII al XVI, Toledo fue una ciudad clave para la monarquía castellana. Durante el reinado de Carlos V, la Corte residía en la ciudad, lo que de facto la convertía en el corazón del poder. En 1561, Felipe II trasladó la Corte a Madrid, que desde entonces pasó a convertirse en la capital permanente de España. Esta decisión marcó el inicio del declive político de Toledo.
Al caminar por las calles antiguas, de repente surgió frente a mí una torre cuadrada de ladrillo. Sus muros rojizos parecían absorber la luz del sol, cambiando de tono según la hora del día. Pequeñas ventanas estrechas, como ojos curiosos, me permitían imaginar la vida de los vigilantes que antaño recorrían sus pisos, atentos a cualquier movimiento en la ciudad. Desde lo alto, la torre se alzaba con sobriedad y autoridad, recordando su papel de centinela.
Dentro de las murallas de Toledo había muchas puertas. Toledo era una ciudad amurallada medieval, y cada una servía para vigilar un acceso concreto. Durante la noche, las puertas se cerraban completamente y los guardias vigilaban los accesos desde las torres. La Puerta del Sol se abría hacia los barrios del norte. Está decorada con arcos de herradura, escudos y relieves. Construida en el siglo XIV por los caballeros hospitalarios, protegía la entrada norte.
Dentro de las murallas, las calles parecían un laberinto. Eran estrechas, empedradas y serpenteantes, trazadas en tiempos medievales. Los muros de las casas, construidos con piedra y ladrillo, se alzaban tan cerca unos de otros que creaban pasajes donde apenas entraba la luz. Cada curva del camino guardaba una sorpresa: una puerta de madera tallada que parecía esconder historias antiguas; un arco mudéjar decorado con ladrillos entrelazados en formas geométricas; o una plaza diminuta, escondida entre muros.
Al caminar por ellas, sentí que me adentraba en un mundo antiguo, donde las casas de piedra y los muros de ladrillo se alzaban muy cerca unos de otros. Los balcones de hierro forjado y las puertas de madera tallada conservaban el encanto de siglos pasados. Me hicieron sentir el aliento de la historia y el espíritu de la ciudad.
Durante mi viaje a Toledo, una de las cosas que más me cautivaron fueron los balcones con patrones geométricos de estilo musulmán que adornan muchas de sus antiguas calles. Los patrones geométricos, formados por intrincadas celosías de hierro forjado o madera tallada, muestran esa búsqueda de equilibrio y perfección tan característica del arte islámico. Las líneas se entrelazan en simetrías casi infinitas, creando una sensación de orden. Mi experiencia de viaje se llenó de momentos de imaginar a las familias que alguna vez miraron la ciudad desde los balcónes.
Cada rincón realmente me asombró: una plazuela escondida, una iglesia que asomaba entre los tejados o una sinagoga silenciosa que recordaba la convivencia entre las culturas cristiana, judía y musulmana. El eco de mis pasos resonaba entre los muros y, al caer la tarde, las luces doradas transformaban el laberinto en un escenario de cuento.
En medio del laberinto de calles, de pronto surgía la Catedral Primada de Santa María, casi oculta entre los edificios medievales. Su inmensa torre gótica me sorprendía; no esperaba encontrar una construcción tan grandiosa en un rincón tan estrecho.
La Puerta del Perdón, tallada en piedra gótica, era un tapiz de esculturas y relieves que narraban historias sagradas. Sobre el arco central, la Virgen María sostiene al Niño, rodeada de una multitud de ángeles esculpidos con una delicadeza que emociona. Los arcos apuntados se elevaban como si buscaran el cielo, y las figuras de santos, apóstoles y ángeles parecían cobrar vida bajo la luz cambiante del día. La piedra, desgastada por siglos de fe y de tiempo, guardaba el tacto de generaciones que la cruzaron en silencio.
El interior era una sinfonía de piedra y arte. La penumbra se llenaba de una luz colorida que se filtraba a través de las vidrieras. Sus naves estaban separadas por columnas altísimas que se pierden en las bóvedas de crucería. Cada una de las capillas laterales tiene su propia historia, estilo y atmósfera, como si fueran pequeños mundos sagrados dentro del gran universo de la catedral. Pasear por ellas es como leer un libro tallado en piedra.
Frente a la majestuosa Catedral Primada, se alzaba el Ayuntamiento de Toledo, un edificio que parecía observar la historia con calma y elegancia. Su fachada simétrica de piedra estaba coronada por dos torres gemelas con cúpulas oscuras. Diseñado en el siglo XVI, el edificio combinaba la solidez castellana con la gracia italiana de su arquitectura. Sus balcones de hierro forjado se asomaban sobre la plaza, mientras los escudos tallados en piedra recordaban el orgullo de ese ciudad.
Durante el día, la luz del sol acariciaba su fachada, resaltando las molduras y los arcos del portal central. Al caer la tarde, el edificio se teñía de tonos dorados. A su alrededor, el bullicio de los turistas, los músicos callejeros y las conversaciones se mezclaban con el eco solemne de las campanas de la catedral.
El Palacio Arzobispal es uno de los edificios más representativos del poder eclesiástico en la ciudad, y forma parte del conjunto monumental que rodea la Plaza del Ayuntamiento. El palacio ha sido, desde la Edad Media, la residencia oficial de los arzobispos de Toledo, quienes durante siglos fueron figuras de enorme influencia religiosa, política y cultural en España. El palacio presentaba una fachada sobria y elegante, construida en piedra y ladrillo. Destaca su gran portada barroca, realizada en el siglo XVIII. La portada se adorna con columnas salomónicas, escudos arzobispales y un balcón central.
Pequeña y silenciosa, la Mezquita del Cristo de la Luz parece modesta frente a la grandeza de la Catedral. Es un testimonio vivo de la convivencia de culturas que definió a Toledo. Construida en el siglo X, cuando la ciudad aún era musulmana, su fachada de ladrillo y arcos de herradura recuerda el arte califal de Córdoba. Las columnas y los arcos se cruzan en una geometría perfecta, que parece hecha para guiar la mirada hacia lo alto. Siglos más tarde, cuando Toledo pasó a manos cristianas, la mezquita fue consagrada como iglesia. Se añadió un ábside románico, y en sus muros se superpusieron símbolos de ambas religiones: la cruz sobre el arco islámico, la piedra cristiana junto al ladrillo andalusí.
La Judería es el barrio donde, durante la Edad Media, se concentró la comunidad judía. Sus calles estrechas con casas de piedra y balcones de madera, conservan todavía el trazo medieval. Aunque muchas fueron convertidas en iglesias tras la expulsión de los judíos en 1492, algunas sinagogas históricas permanecen como testimonios del arte judío. La arquitectura judía también se refleja en las viviendas: casas decorados de yeserías y motivos geométricos, estrechas fachadas, y espacios íntimos. Los patios permitían la entrada de luz y ventilación, y muchos conservan arcos y alfarjes que recuerdan la fusión cultural con el estilo mudéjar.
El Alcázar de Toledo se alzaba majestuoso en lo más alto de la ciudad, dominando el paisaje con su imponente silueta de piedra. Visible desde casi cualquier punto de Toledo, este edificio no solo es un símbolo arquitectónico, sino también un testigo vivo de la historia de España. Elementos medievales, renacentistas y neoclásicos se entrelazan en su estructura. Sus cuatro torres cuadradas, situadas en las esquinas y coronadas por chapiteles, le otorgaban una apariencia de fortaleza inexpugnable. El edificio que vi es fruto de siglos de transformaciones, especialmente durante los reinados de Carlos V y Felipe II, quienes lo convirtieron en una de las residencias reales más representativas del poder imperial.
Hoy, el edificio alberga el Museo del Ejército y una biblioteca regional, combinando su valor histórico con un papel cultural y educativo. Visitar el Alcázar de Toledo es sentir la fuerza del pasado en cada piedra, es escuchar el eco de reyes, soldados y ciudadanos. Fue una de las experiencias más impresionantes de mi viaje a la ciudad. Me sorprendió la grandeza de su arquitectura.
Desde los miradores del Alcázar de Toledo, la vista se abría como un lienzo inmenso. A mis pies se extendía el laberinto de calles medievales, con sus tejados rojizos. El río Tajo serpenteaba entre colinas doradas y barrancos, rodeando la ciudad como un abrazo protector. Sus aguas reflejaban la luz del sol en destellos. Al mirar al horizonte, la meseta castellana se extendía sin límites. Al atardecer, la luz dorada bañaba la ciudad, haciendo brillar las torres y las murallas mostrando la antigüedad y la magnificencia de Toledo.
Los puentes de Toledo se tienden sobre el río Tajo como brazos de piedra que unen el pasado con el presente. El Puente de San Martín, majestuoso y firme, se levantaba al pie de las murallas. Construido por los romanos y reconstruido siglos después, su arco central reflejaba la perfección de la ingeniería antigua. Cruzarlo es como atravesar un umbral del tiempo: sobre sus piedras han pasado soldados, comerciantes, peregrinos y viajeros que, como yo, se detenían a mirar el río fluir bajo sus pies como si susurré a la historia.
La vista de Toledo desde el Puente de San Martín era una de las más bellas y evocadoras de mi viaje, una imagen que resumía siglos de historia suspendidos sobre el cauce del Tajo.
Desde el centro del puente, al mirar hacia la colina, la ciudad antigua se alzaba majestuosa sobre la curva del río, rodeada de murallas. Entre la vegetación y las huertas del valle se distinguían los tejados rojizos y las fachadas ocres de las casas, que reflejaban la luz del sol con un resplandor cálido, casi dorado al atardecer. El verde del río y de los olivos ofrecía un contraste suave a la piedra envejecida.
Me gusta la ciudad antigua de Toledo porque está muy bien conservada. Sus murallas y puertas mantienen el aspecto de otras épocas. La Puerta del Cambrón es una de las entradas históricas más bellas. Se encuentra en el lado occidental de la muralla. Su origen se remonta a la época musulmana y en el siglo XVI, durante el reinado de Carlos V, fue totalmente reformada en estilo renacentista. Está flanqueada por dos torres cuadradas de piedra y ladrillo. El escudo imperial de Carlos V adorna la fachada, recordando la época en que la puerta fue reconstruida.
La Puerta del Cambrón tiene un doble arco de entrada: uno exterior y otro interior. En la parte superior de puerta interior destaca una imagen de Santa Leocadia, patrona de Toledo, situada en una hornacina central. Por su posición junto al Puente de San Martín, a Puerta del Cambrón era uno de los principales accesos desde el oeste.
Las murallas de Toledo son uno de los elementos más emblemáticos que reflejan la rica historia de la ciudad. Los romanos construyeron los primeros recintos fortificados de Toledo. Fue capital del Reino Visigodo (siglo VI–VII) y conservó las murallas romanas. Durante la ocupación islámica (siglo VIII–XI), las murallas se reforzaron y se añadieron torres de vigilancia. Tras la reconquista en 1085, los cristianos ampliaron y restauraron las murallas. Testigos silenciosos de romanos, visigodos, musulmanes y cristianos, dejaron su huella en cada piedra.
Cuando el sol se escondía tras las murallas de Toledo, sentí que mi viaje llegaba a su fin, pero también que la ciudad me dejaba un regalo imborrable. La luz dorada del atardecer bañaba las casas de piedra y los tejados rojos, iluminando cada rincón de esta ciudad antigua que parecía detenida en el tiempo.
Mientras caminaba por sus calles empedradas, rodeado de murallas milenarias y torres que contaban historias de siglos, un sentimiento de asombro y nostalgia se apoderó de mí. Toledo, con su alma de ciudad antiqua, me hizo sentir pequeño ante la grandeza de su historia y, al mismo tiempo, parte de un instante eterno. La puesta de sol en los muros centenarios, quedó grabada en mi memoria como un cierre perfecto, suave y luminoso, de un viaje que nunca olvidaré.
Agosto de 2020 marcó un antes y un después en mi vida. Tras terminar mi máster, sentí la necesidad de regalarme un viaje que simbolizara libertad, celebración y nuevos comienzos. Ese destino fue Madrid. Llegar a la capital española fue como abrir la puerta a un mundo lleno de energía. Habian calles que respiran historia, plazas bañadas por el sol del verano, aromas de café y tapas que invitan a quedarse más tiempo del planeado. Caminar por Madrid se convirtió en una forma de redescubrirme, paso a paso, mientras la ciudad me ofrecía su calor, su arte y su vitalidad.
Tomé el tren de alta velocidad en la mañana del 15 de agosto de 2020, y en un abrir y cerrar de ojos, llegué a la estación de Atocha en Madrid. El AVE, como se conoce al tren de alta velocidad en España, es una tecnológica que conecta las principales ciudades, reduciendo tiempos de viaje considerablemente. Con una media de velocidades de hasta 300 km/h, este sistema ferroviario es uno de los más avanzados de Europa. Madrid, con su estación de Atocha, es un nudo neurálgico de estas rutas. Al llegar, mirando por la ventanilla del coche el contorno, poco a poco más claro, de la ciudad, no pude evitar sentir una mezcla de emoción y anticipación.
El calor del 15 de agosto también era inconfundible, típico de Madrid en pleno verano. Sentí una emoción entusiasta. Todo era nuevo: el bullicio de la ciudad, la arquitectura imponente, el aire cargado de historia. Era como si la ciudad me recibiera con los brazos abiertos, despertando en mí una gran curiosidad y el deseo de descubrir cada rincón.
El Museo del Prado, ubicado en el corazón de Madrid, es uno de los museos de arte más importantes y prestigiosos del mundo. Su imponente fachada neoclásica refleja la grandeza de las obras que alberga en su interior, con colecciones que incluyen a grandes maestros como Velázquez, Goya, Rubens y Tiziano. Frente a la entrada principal del museo, se alza una estatua de Diego Velázquez, uno de los pintores más célebres del Siglo de Oro español. La escultura lo muestra sentado, con paleta y pinceles en mano, en actitud reflexiva, como si observara a los visitantes que están por entrar. Es un símbolo del vínculo entre el arte y el museo, y un homenaje a su legado.
Alrededor, hay otras esculturas que completan el conjunto monumental, como las de Goya y Murillo, que también saludan discretamente a quienes cruzan las puertas del Prado. Francisco de Goya fue uno de los pintores más importantes de la historia del arte español. Su obra abarca desde el rococó hasta el romanticismo, y es considerado un precursor del arte moderno por su capacidad de representar tanto la belleza como la crudeza de la condición humana.
El Prado posee más de 8.000 pinturas, aunque solo una parte está expuesta al público debido a su tamaño. Su colección se centra especialmente en pintura española, italiana y flamenca. las Obras maestras destacadas son Las Meninas de Diego Velázquez, Las tres Gracias de Pedro Pablo Rubens y El 3 de mayo de 1808 de Francisco de Goya.
Las Meninas es una de las obras maestras más célebres de Diego Velázquez, quien fue pintor de cámara del rey Felipe IV. Su pintura logra una síntesis sorprendente de retrato, escena cortesana y autorrepresentación. En el centro aparece la infanta Margarita de Austria, hija del rey, rodeada de sus meninas. A la izquierda se autorretrata el propio Velázquez, pintando frente a un gran lienzo. Al fondo, en un espejo, se reflejan los reyes Felipe IV y Mariana de Austria. El uso de la perspectiva y la luz es magistral. La presencia del espejo ha sido interpretada como un homenaje a la pintura como arte ilusionista, capaz de incluir tanto lo visible como lo imaginado.
Las tres Gracias es una de las obras más reconocidas de Pedro Pablo Rubens, pintor flamenco del Barroco, realizada entre 1630 y 1635. Rubens fue un pintor al servicio de cortes y nobles europeos, y su estilo se caracteriza por la riqueza cromática, el dinamismo de las figuras y la exaltación del cuerpo humano. Representa a las Tres Gracias de la mitología grecorromana: Eufrosina, Talía y Áglae, diosas de la belleza, la alegría y la fertilidad. Se muestran desnudas, tomadas de la mano en un círculo íntimo, con un fondo de naturaleza y un cupido juguetón en la parte superior. Rubens exalta la belleza femenina natural, alejada del ideal clásico más estilizado, y lo hace con un gran sentido de vitalidad y frescura.
Alrededor del Museo del Prado descubrí un ambiente muy distinto al bullicio de la ciudad. Los árboles que bordean el Paseo del Prado regalan sombra en los días calurosos de agosto, y los bancos invitan a sentarse y observar la vida pasar con calma. El murmullo del tráfico se siente lejano, casi amortiguado por la elegancia de los jardines y la presencia solemne del edificio. Turistas y madrileños se mezclan en un ir y venir tranquilo. Es un rincón de Madrid donde el arte empieza incluso antes de entrar al museo, en la atmósfera serena que lo rodea.
La Iglesia de San Jerónimo el Real, cerca del Museo del Prado, es uno de los templos más emblemáticos de Madrid. Su silueta gótica, con torres puntiagudas y contrafuertes, contrasta con la sobriedad del Paseo del Prado. Fue construida en el siglo XVI como parte de un antiguo monasterio de monjes jerónimos. Su fachada principal, de estilo gótico tardío con toques renacentistas, luce un rosetón sencillo y una portada con arquivoltas que enmarcan figuras religiosas. Al acercarse, destacan las dos escaleras simétricas que conducen a la entrada, como si invitaran al visitante a elevarse. Me gusta el cesped frente a la portada.
Después visité el parque del Retiro cerca del museo del Prado. Sumergirme en el Parque fue como abrir una puerta a la historia, el arte y la serenidad en el corazón palpitante de Madrid. Caminé por senderos arbolados que parecían sacados de un lienzo impresionista, cada rincón una postal viviente, congelando la calidez y la belleza del tiempo. Su historia se remonta al siglo XVII, cuando fue concebido como jardín real para el disfrute de la corte de Felipe IV.
Uno de sus rincones más icónicos es el Estanque Grande, un lago rectangular con estatua ecuestre de Alfonso XII, rodeada de un imponente hemiciclo de columnas blancas,como un magnífico teatro al aire libre. Al acercarse, se abre ante mis ojos una lámina de agua amplia y serena, donde el reflejo del cielo madrileño y el verde de los árboles. Fue creado en el siglo XVII como escenario para espectáculos acuáticos organizados por la corte, donde se representaban batallas navales y fiestas para la realeza. Hoy, en cambio, es un lugar para el ocio.
En medio del Parque del Retiro, entre altos árboles y senderos tranquilos, se alza esta estructura ligera y transparente que brilla bajo la luz del sol. Se trata del Palacio de Cristal, construido en 1887 como invernadero para una exposición de flora tropical. Combina hierro y vidrio en una armonía perfecta, y se ha convertido en uno de los ejemplos más bellos de la arquitectura del siglo XIX en Madrid.
Al atravesar sus puertas, tuve la sensación de entrar en un lugar suspendido entre lo real y lo mágico. Su cúpula central se eleva con elegancia, rodeada de arcos acristalados que dejan entrar la luz desde todos los ángulos. Al entrar, el visitante se siente envuelto en un espacio diáfano y luminoso, donde las paredes casi desaparecen y el interior se funde con el paisaje exterior. El suelo refleja las sombras de los árboles y el cielo, creando la sensación de estar dentro de un jardín cristalino.
A pocos pasos, un pequeño lago rodeado de árboles completa la escena. Los patos y cisnes nadan tranquilos. El palacio se reflejaba en el agua, multiplicando su belleza. El Parque del Retiro es Patrimonio Mundial de la UNESCO desde 2021, junto con el Paseo del Prado y el Palacio de Cristal. La UNESCO lo reconoce como un ejemplo excepcional de cómo el urbanismo puede unir cultura y naturaleza en beneficio de los ciudadanos. Es un espacio vivo, donde madrileños y visitantes conviven con siglos de historia y arte. Podría viajar aquí durante casi 3 horas.
En el Parque del Retiro, hay tantas fuentes. El Retiro nació en el siglo XVII como jardines privados de la corte de Felipe IV. En esa época, las fuentes eran un símbolo de lujo y poder, no solo por su belleza, sino también porque el agua corriente era un privilegio. Muchas fuentes están decoradas con esculturas mitológicas y religiosas. La Fuente del Ángel Caído fue creada por Ricardo Bellver en 1877 y presentada en la Exposición Universal de París un año después. La estatua de bronce, de algo más de 2 metros, representa el momento exacto de la expulsión del Paraíso. El ángel, retorcido en una postura dramática, eleva la cabeza hacia el cielo en un gesto de desesperación.
La Fuente de los Galápagos fue inaugurada en 1832 para conmemorar el nacimiento de la reina Isabel II, cuando todavía era una niña. Por eso, su diseño combina elegancia con un aire casi lúdico. La fuente está formada por varios cuerpos superpuestos. En la base, tortugas y ranas lanzan chorros de agua hacia la pila, creando un movimiento alegre y fresco. Más arriba, cuatro delfines enroscados sostienen una gran taza, y en la cúspide se alza una escultura femenina que porta el escudo real, símbolo de la monarquía española. Su estilo es neoclásico, con líneas claras y una ornamentación cuidada. Disfruté del frescor que desprende en los días calurosos de Madrid.
Al salir del Retiro, la Puerta de Alcalá se alza majestuosa en la Plaza de la Independencia, a pocos pasos del Parque del Retiro. Es un emblema de Madrid. Su silueta monumental me recordó al Arco de Triunfo de París, pero con un carácter distinto. Monumental y elegante, parecía abrir sus cinco arcos para darme la bienvenida. Me detuve un momento en medio de la plaza, escuchando el murmullo del tráfico moderno a mi alrededor, mirando la intersección entre la historia y la modernidad, y experimenté la esencia de esta ciudad.
Fue inaugurada en 1778 por orden de Carlos III, el “rey ilustrado”, que quiso embellecer la capital con monumentos dignos de una ciudad europea moderna. La obra fue diseñada por el arquitecto Francesco Sabatini, de origen italiano, y se convirtió en la primera gran puerta neoclásica de Europa. Construida en granito y piedra caliza, mide más de 19 metros de alto y presenta cinco arcos: tres centrales de medio punto y dos laterales adintelados. Cada lado de la puerta tiene una decoración distinta, lo que la hace única. Por un lado, aparecen figuras femeninas y guirnaldas de laurel, símbolo de la victoria; por el otro, se ven trofeos militares y adornos que recuerdan el poder y la grandeza de la monarquía. En la parte superior destacan las esculturas de ángeles y leones. La inscripción en latín recuerda a Carlos III como su promotor.
Ubicada en la Calle de Alcalá, la Fuente de Cibeles es una de las fuentes monumentales más emblemáticas de Madrid. La fuente representa a la diosa Cibeles, diosa de la tierra, la agricultura y la fertilidad en la mitología grecorromana. Cibeles aparece sentada en un carro tirado por dos leones. La diosa sostiene un cetro y una llave, símbolos del poder y el control sobre la naturaleza y la ciudad. El carro tiene un estilo clásico, con ruedas decoradas y relieves mitológicos. La fuente está rodeada por un estanque circular y banderas nacionales de España.
La Gran Vía de Madrid y sus alrededores tienen un estilo urbano y arquitectónico único y monumental, que refleja la transformación de Madrid en una ciudad moderna durante el siglo XX. Es una zona donde se mezclan el glamour del pasado, la vida cultural intensa, y la arquitectura ecléctica. Su diseño se inspira en las grandes avenidas europeas y se combina con estilos como el neobarroco, art déco, y modernismo. Aqui, no solo pude percibir los cambios y la integración del arte arquitectónico, sino también leer el ritmo de la evolución continua de una ciudad.
Caminar por la Gran Vía es como recorrer una galería al aire libre de la arquitectura madrileña. Entre los edificios modernos y los teatros luminosos, destacan las fachadas neoclásicas. El neoclasicismo se deja ver en los volúmenes simétricos, en las columnas corintias que enmarcan los balcones y en los frontones triangulares que coronan los tejados. Muchos de estos edificios fueron construidos a principios del siglo XX, cuando Madrid quería parecerse a las grandes capitales europeas.
Grabé un video en la Gran Vía, y fue un momento mágico como película. Habían organizado un concierto al aire libre, y entre el bullicio de la ciudad, sonó el famoso tango ‘Por una cabeza’. Su melodía elegante y apasionada llenó la calle, envolviendo a todos los que pasaban. Los peatones redujeron el paso y se sumergieron en aquella atmósfera romántica. Es uno de los tangos más famosos de Carlos Gardel. Fue compuesto en 1935, y es una obra icónica del tango que combina la pasión por las carreras de caballos con una metáfora sobre el amor. Me gusta la música clásica y ‘Por una cabeza’ es una de mis favoritas.
我在格兰大道上录下了一段视频,那一刻,宛如电影中的场景般神奇。一场露天音乐会在热闹的城市背景中悄然上演。就在车流与人潮之间,悠扬的探戈旋律《一步之遥》缓缓响起。这首优雅而又充满激情的曲子瞬间笼罩了整条街道,行人纷纷放慢脚步,沉浸在这突如其来的浪漫氛围中。《Por una cabeza》是卡洛斯·加德尔最著名的探戈之一,创作于1935年。它用赛马为喻,讲述一段若即若离的爱情故事。我一直热爱古典音乐,而这首探戈,无疑是我心中最动人的旋律之一。
La Plaza de la Puerta del Sol
Seguí caminando hacia la Plaza de la Puerta del Sol. Está situada en el centro geográfico de Madrid. Es el punto de partida de las seis carreteras radiales nacionales. Ha sido testigo de eventos históricos como El alzamiento del 2 de mayo de 1808 contra las tropas napoleónicas y la proclamación de la Segunda República en 1931. Me encontré la estatua ecuestre de Carlos III en lo centro de la Plaza de la Puerta del Sol. Carlos III fue rey de España (1759–1788), conocido como el “mejor alcalde de Madrid” por sus reformas urbanas y sociales. Impulsó la arquitectura neoclásica y convirtió Madrid en una capital europea moderna.
La Estatua del Oso y el Madroño en la Puerta del Sol es también uno de los símbolos más reconocibles de Madrid. La escultura muestra a un oso de pie apoyado en un madroño, un árbol típico del Mediterráneo. Esta imagen reproduce el escudo oficial de la ciudad de Madrid, que se remonta al siglo XIII. Ahora, es una de las esculturas más fotografiadas de la ciudad.
Seguí caminando hacia el oeste hasta llegar a la famosa Plaza Mayor. Al cruzar el último callejón estrecho, la vista se abrió de golpe: un inmenso rectángulo empedrado, rodeado de edificios uniformes de tres pisos con fachadas rojizas y balcones de hierro forjado. En el centro, una estatua ecuestre dominaba solemnemente el espacio, mientras terrazas de cafés y restaurantes llenaban los bordes con sus toldos blancos y murmullos de conversación en la tarde.
Me quedé sin aliento. No solo por la magnitud del lugar, sino por cómo todo parecía detenido en el tiempo. No me esperaba esa mezcla de solemnidad y vida cotidiana: turistas tomando fotos, niños corriendo tras palomas, y músicos callejeros tocando una melodía suave que flotaba entre los arcos. Era como entrar en una postal… pero real.
La plaza fue diseñada durante el reinado de Felipe III por el arquitecto Juan Gómez de Mora, y se inauguró oficialmente en 1619. Me agrada especialmente la Casa de la Panadería, considerada la fachada más representativa de la Plaza Mayor. Se sitúa en el lado norte y fue uno de los primeros edificios en construirse dentro de la plaza. Fue diseñada por Diego Sillero en 1590. Tiene dos torres con chapiteles puntiagudos a los extremos, que se han convertido en un icono visual. El edificio tiene un balcón central que domina la plaza y desde donde, en épocas pasadas, los reyes observaban eventos como corridas de toros o representaciones teatrales. La fachada está decorada con frescos de colores vivos, realizados por el artista Carlos Franco en la década de 1990. Las pinturas representan figuras alegóricas relacionadas con la mitología y la historia de Madrid.
广场由建筑师胡安·戈麦斯·德·莫拉在菲利普三世统治时期设计,并于1619年正式开放。我尤其喜欢马约尔广场最具代表性的建筑:“面包房”(Casa de la Panadería)。它位于北侧,是广场上最早建成的建筑之一,由迭戈·西列罗于1590年设计。建筑两端的尖顶塔楼极具辨识度,已成为广场的视觉象征。中央的阳台面向广场,昔日国王常在此观赏斗牛或戏剧表演。立面上装饰着色彩鲜艳的壁画,由艺术家卡洛斯·佛朗哥于20世纪90年代创作,描绘了与马德里神话与历史相关的寓言人物。
El Mercado de San Miguel
Situado a escasos pasos de la Plaza Mayor, el Mercado de San Miguel es uno de los espacios gastronómicos más icónicos de Madrid. Inaugurado originalmente en 1916 como un mercado de abastos tradicional, este edificio de estructura de hierro forjado y cristal fue restaurado y reabierto en 2009 como un mercado gourmet. Visitar el Mercado de San Miguel fue una experiencia sensorial inolvidable.
Es un punto de encuentro para locales y turistas, donde se combinan la tradición culinaria española con una presentación moderna. Aquí pude encontrar productos frescos, vinos, tapas y platos de autor servidos por algunos de los chefs más reconocidos de España. La arquitectura del lugar, con su estructura de hierro y sus amplios ventanales, me daba un encanto único. Comencé con una selección de tapas tradicionales: jamón ibérico cortado al momento, croquetas cremosas y pequeñas tostas con sabores intensos. Luego, me acerqué al puesto de mariscos y no pude resistirme a probar unas ostras fresquísimas. Para acompañar, una copa bien fría de sangría, dulce, afrutada y refrescante, que equilibraba perfectamente los sabores del mar.
Viajar al centro histórico de Madrid ha sido una de esas experiencias que dejan huella. Desde el momento en que puse un pie en sus calles, sentí que estaba caminando por las páginas de un libro antiguo, pero también por una ciudad que late con fuerza en el presente.
Uno de los momentos más impactantes fue mi visita al Palacio Real. Su grandeza me dejó sin palabras. Pasear por sus salones magníficos, ver sus tapices, su mobiliario, sus lámparas de cristal… fue como sumergirme en la historia de la monarquía española. El Palacio Real de Madrid es uno de los palacios más grandes de Europa. Aunque hoy no es la residencia habitual de los reyes de España, sigue siendo la sede oficial de la monarquía y se utiliza para ceremonias, recepciones oficiales y actos de Estado.
Fue construido en el siglo XVIII sobre los restos del antiguo Alcázar de Madrid. De estilo barroco con influencias neoclásicas, el palacio cuenta con más de 3.000 habitaciones. La fachada principal con pilastras y columnas es sobrio y majestuoso. Está construida principalmente con granito gris de la Sierra de Guadarrama y piedra blanca de Colmenar. El contraste de la piedra gris con el cielo azul de Madrid crea una imagen inolvidable.
El interior es lujoso y lleno de arte. Lo primero que vi fue el Escudo de España que es el símbolo oficial del Estado español y representa su unidad histórica y su diversidad territorial. Tiene forma tradicional española y está dividido en cuatro cuarteles principales, Reino de Castilla, Reino de León, Reino de Aragón, y Reino de Navarra. La corona real sitúa en la parte superior del escudo.
La escultura de Carlos III, atribuida al escultor Roberto Michel, situada en la gran escalera de entrada del Palacio Real de Madrid, es una pieza cargada de simbolismo urbano y monárquico, además de un interesante ejemplo de estética del siglo XVIII. Está ubicada en una hornacina, lo que la hace elemento de transición visual entre el patio de entrada y la gran escalera hacia los salones principales. Su colocación sirve para presidir el acceso, marcando el comienzo del espacio noble del palacio.
Al entrar al Palacio Real sentí una mezcla de asombro y admiración. Cada sala parecía un escenario de película, pero con la fuerza de lo real. El Salón de Gasparini es una obra maestra del estilo rococó, con influencias orientales y un enfoque claramente decorativo, donde cada detalle fue cuidadosamente pensado para crear una atmósfera exuberante y armónica. Las paredes están cubiertas de seda bordada a mano. El techo está decorado con un fresco de Giovanni Battista Tiepolo, uno de los grandes pintores italianos del barroco tardío. El suelo es uno de los aspectos más destacados: un complejo mosaico de madera marquetería con diseños geométricos y florales.
Entrar en las salas fue como cruzar el umbral a una época antica. Los techos eran auténticas obras de arte, cubiertos con frescos delicadamente pintados, molduras doradas y detalles que parecían flotar sobre mí. Las lámparas de cristal gigantes colgaban majestuosas en el centro de cada sala. Brillaban con una luz suave, multiplicada en cientos de fragmentos tallados. Era imposible no quedarse mirándolas.
El Comedor de Gala fue creado a mediados del siglo XIX, durante el reinado de Isabel II. Tiene una longitud de más de 30 metros, lo que permite colocar una única mesa larguísima que puede acoger a más de 140 comensales. Los techos son altísimos, decorados con molduras doradas y un gran fresco que representa escenas alegóricas. Las paredes están cubiertas con tapices, espejos y cuadros de gran valor histórico. Cuando entré al Comedor de Gala, imaginé a reyes y reinas sentados allí, en animadas conversaciones, con el sonido de copas brindando y platos de porcelana siendo servidos por camareros impecablemente uniformados.
Concebido en el siglo XVIII durante el reinado de Carlos III, el Salón de Columnas fue diseñado por los arquitectos Francesco Sabatini y Ventura Rodríguez como un espacio destinado a recepciones solemnes, bailes de gala y actos de Estado. Las altas columnas corintias de mármol blanco se alinean con elegancia a lo largo de las paredes. El suelo de mármol, dispuesto en intrincados dibujos geométricos, refleja la luz de las grandes lámparas de cristal. El techo, decorado con frescos de Corrado Giaquinto, representa alegorías de la monarquía española y la grandeza del reinado de Carlos III. Este salón ha sido escenario de momentos históricos decisivos: aquí se firmó en 1985 el tratado de adhesión de España a la Comunidad Económica Europea.
Después de salir del Palacio Real, visité la Catedral de la Almudena que se alza imponente frente al Palacio Real. Su fachada neoclásica, de piedra clara y líneas equilibradas, se integra perfectamente con la arquitectura del palacio. La historia de la catedral es relativamente reciente. Su construcción comenzó en 1883 y no se consagró hasta 1993. La larga duración de las obras explica su mezcla de estilos. El neoclásico domina el exterior y el neogótico se aprecia en el interior.
Nada más entrar, me impresionaron la altura y la luz que llenaban la nave central. Los vitrales modernos de colores azules, dorados, verdes y rojos ocupaban el espacio de las bóvedas de crucería gótica. A diferencia de otras catedrales europeas, la Almudena transmitía una sensación de claridad y modernidad.
Desde lejos, la cruz dorada brilla sobre el cielo de Madrid, visible desde muchos puntos del centro histórico. Se alza sobre la cúpula de plomo y piedra gris azulada, que alcanza unos 73 metros de altura, y marca el punto más alto de la catedral. Su presencia destaca entre los tejados y torres vecinas, como un faro espiritual que domina el paisaje urbano.
El Templo de Debod fue mi última parada en Madrid. A medida que el sol comenzaba a descender, el cielo se tiñó de tonos dorados. Las piedras antiguas, traídas desde Egipto, parecían encenderse con la luz del atardecer. Ese templo parecía flotar entre el pasado y el presente. Mientras el sol se escondía detrás de la sierra, el reflejo final iluminó la ciudad una última vez. Madrid me había acompañado durante días llenos de descubrimientos, historia, arte y música. Era el fin de mi viaje, pero también el comienzo de un recuerdo que me acompañará siempre.
Viajé por España por primera vez en mi vida. Tomé el tren de alta velocidad de Montpellier a la estación de Barcelona Saints el 17 de enero. Siempre había esperado visitar esta hermosa ciudad debido a las atraccions intensas de las artes architectonicas de Gaudí.
El 17 de enero, el primer lugar de visita fue el parque Güell porque habité cerca del distrito de Gracia. De camino al parque, pude ver el Templo Expiatori del Sagrat Cor en la cumbre muy lejos. Es una iglesia católica romana ubicada en la cima del monte Tibidabo.
El edificio es obra del arquitecto español Enric Sagnier y fue completado por su hijo Josep Maria Sagnier i Vidal.
这座建筑是西班牙建筑师Enric Sagnier建造的,由他的儿子Josep Maria Sagnier I Vidal完成。
El Parque Güell
El Parque Güell es un sistema de parque público compuesto por jardines y elementos arquitectónicos ubicados en Carmel. El comerciante Eusebi Güell asignó el diseño del parque a Antoni Gaudí.El parque fue construido entre 1900 y 1914 y se inauguró oficialmente como parque público en 1926. En 1984, se inscribió en la lista del Patrimonio Mundial de la Humanidad bajo “Obras de Antoni Gaudí”.
El Parque Güell es el reflejo de la plenitud artística de Gaudí, que pertenece a su fase naturalista, él perfeccionó su estilo personal a través de la inspiración de figuras orgánicas. Puso en práctica una serie de nuevas soluciones estructurales en el análisis de la geometría. El parque es una obra de arte entre el realismo y la utopia.
Es la salamandra de mosaico de Gaudí, conocida como “el drac” en la entrada principal.El colorido mosaico es un elemento de arte utilizado por Gaudí con frecuencia.
这是高迪的马赛克蜥蜴,坐落在主入口处,被称之为龙。彩色马赛克是高迪经常使用的艺术元素。
Hospital de la Santa Creu i Sant Pau
No muy lejos del parque Güell es el Hospital de la Santa Cruz y San Pablo. Es proyectados por el arquitecto Lluís Domènech i Montaner, uno de los principales representantes del modernismo catalán. El Hospital se fundó en 1401, por la fusión de seis hospitales. El nombre de la nueva institución fue Hospital de la Santa Creu (Hospital de la Santa Cruz). Hasta 1904, fue la principal institución asistencial del principado de Cataluña.En 1997, se inscribió en la lista del Patrimonio Mundial de la Humanidad.
离桂尔公园不远的地方是圣克鲁斯和圣保罗的医院。该医院是由建筑师Lluis Domènech i Montaner设计,他是现代加泰罗尼亚主义的主要代表之一。这个医院建于1401年,由6个医院合成。新医院的名称是圣克鲁医院。1904年以前,它是加泰罗尼亚王国的主要医疗援助机构。1997年,它被列入世界文化遗产。
El pabellón de acceso, coronado por una esbelta torre y un reloj, cuenta con una fachada de ladrillo de cara vista que domina todo el conjunto, enriquecida con mosaicos de temas históricos y capiteles y ménsulas de piedra con forma de ángeles, unas obras sintéticas realizadas por un joven escultor, Pau Gargallo. También destacan los mosaicos de Mario Maragliano y la gran escalera y los techos, de reminiscencias islámicas. El hospital fue concebido para disponer de todos los servicios dentro. En el diseño se proyectaron calles, jardines, edificios con suministro de agua, una iglesia y un convento. El todo hospital ocupa una superficie equivalente a nueve manzanas.
En el sur del hospital es el Templo Expiatorio de la Sagrada Familia diseñada por el arquitecto Antoni Gaudí. Iniciada en 1882, está todavía en construcción… tal vez esté terminada hasta 2026. Cuando esté finalizada será la iglesia cristiana más alta del mundo. Los cuatro pináculos altos y descatados con decoraciones de cuentos de hadas han siempre sido el simbolo de Barcelona. La parte centrale representa a Jesucristo, y se rodea de cuatro torres identificadas como los evangelios. La torre del ábside simboliza a María, mientras que las doce restantes han vinculadas con los apóstoles.
Hay mucha gente aquí y es difícil de tomar una buena foto pero vale la pena visitarlo. La estructura exterior de la Sagrada Familia se parece al edificio extraterrestre. Las ventanas azules parecen ojos de animales. Me gustan el Árbol de la Vida, los pináculos de las torres y las vitrales multicolors. Es una pena que no he visitado el interior de la Sagrada Familia porque muchos turistos hicieron cola.
La Plaza Monumental de Barcelona es cerca de la Sagrada Familia. Fue la última plaza de toros de la ciudad de Barcelona. El Parlamento de Cataluña, tras una votación, prohibió los espectáculos taurinos el 28 de julio de 2010.
Caminé hacia el sur hasta el Arc de Triomf. El Arco de Triunfo fue diseñado por el arquitecto José Vilaseca como entrada principal a la Exposición Universal de Barcelona de 1888. A diferencia de otros arcos de triunfo de marcado carácter militar, él tiene un mayor componente civil, caracterizado por el progreso artístico, científico y económico.
Entonces, caminé a lo largo de la hermosa playa y pude ver un monumento alto. El Monumento a Colón es una escultura en homenaje al descubridor Cristóbal Colón. El monumento fue construido con motivo de la Exposición Universal de Barcelona de 1888. Inaugurado el 1 de junio de 1888, se convirtió enseguida en uno de los iconos más característicos de la ciudad. La dirección que apunta la sculptura Colón es el continente americano.
El Monumento a Colón es situado en la plaza del Portal de la Paz. El puerto de Barcelona está aquí. Podemos ver muchas gaviotas en el puerto. Aunque es invierno, hay muchos exuberantes bosques al lado del mar.
La plaza de España es un importante centro del tránsito de la ciudad. Fue construida durante la Exposición Internacional de 1929. Los turistas pueden acceder a la zona de Montjuïc, y donde se sitúa el Museo Nacional de Arte de Cataluña.
El Museo Nacional de Arte de Cataluña se constituyó en 1990 con la unión de las colecciones del Museo de Arte Moderno. La sede principal está ubicada en el Palacio Nacional, edificio situado en la montaña de Montjuïc, inaugurado en 1929 con motivo de la Exposición Internacional.
En la cumbre de Montjuïc es el Castillo de Montjuic, una antigua fortaleza militar. Históricamente el castillo ha tenido un importante papel en diversos episodios de la historia de Barcelona. Durante la época franquista, fue ejecutado aquí el presidente de la Generalidad de Cataluña, Lluís Companys. Es evidente que en la historia de España hay feroces conflictos entre el gobierno central y Catalunya.
Es el mejor lugar en Barcelona para ver la puesta de sol en la terrazza.
在蒙锥克山的天台上是巴塞罗那最好的欣赏落日的地方。
Paella
Sangria
Para la cena me gustaba los platos tradicionales españoles, la paella de frutos de mar y la Sangria. La paella es una receta de cocina con base de arroz, con origen en la actual Comunidad Valenciana. El arroz se cocina junto a otros alimentos por ejemplo fruto de mar, carne y marisco en una sartén, generalmente ancha y con asas.
La sangría es una bebidaalcohólica preparada originaria de España y Portugal. Aunque existen multitud de recetas, generalmente consiste en vino, trozos de fruta, gaseosa, algún licor y azúcar. Sabia un poco dulce y agrio y me sentí mareado después de beberlo.
Visité la Casa Batlló la mañana del 19 enero. Es un edificio obra de Gaudí. La construcción se realizó entre los años 1904 y 1906. La fachada se hizo con piedra arenisca de Montjuïc, tallada según superficies regladas en forma alabeada. Las columnas tienen forma ósea, con representaciones vegetales. La carpintería es igualmente de superficies curvas, y las ventanas son de vidrios de colores de formas circulares. Gaudí conservó la forma rectangular de los balcones del edificio anterior, añadiendo unas barandillas de hierro con forma de antifaz, y dando al resto de la fachada una forma ondulada en sentido ascendente.
En la parte central del edificio se ubica el patio de luces, que fue ampliado por Gaudí para conseguir una mayor iluminación y ventilación. Este patio se cubrió con una claraboya de cristal sostenida por una estructura de hierro con forma de doble T, que apoya en una serie de arcos catenarios, y fue igualmente revestido de azulejos con una ingeniosa gradación de color desde el azul de la parte superior hasta el blanco de la inferior, para mejor aprovechamiento de la luz, lo que provoca la sensación de estar en una cueva submarina.
La terraza se enmarca con cuatro grupos de chimeneas decoradas con el perfil del dragón. Gaudí concibió este espacio de una forma funcional, para situar las salidas de humo y de ventilación. Las azoteas de los edificios eran como los sombreros de las personas, que denotan personalidad.
Visité después la plaza de Cataluña, uno de los centros de la ciudad. Hay muchas palomas en la plaza.
我随后游览了加泰罗尼亚广场,这是巴塞罗那的一个中心。广场上有很多鸽子。
La Santa Iglesia Catedral Basílica Metropolitana de la Santa Cruz y Santa Eulalia
En el sur de la plaza, es la catedral gótica de Barcelona. La catedral actual se construyó durante los siglos XIII a XV sobre la antigua catedral románica. Está dedicada a la Santa Cruz desde el año 599 y a la Santa Eulalia,patrona de la ciudad de Barcelona a partir del año 877.
La Cascada del parque de la Ciudadela fue construido entre 1875 y 1888 con un diseño general de José Fontseré, mientras que el proyecto hidráulico fue de Antoni Gaudí. La Cascada se sitúa en el ángulo norte del parque Ciudadela, cerca de la entrada por el Paseo Lluís Companys, donde se encontraba el Arco de Triunfo que daba la bienvenida a los visitantes de la Exposición de 1888. El monumento destaca por su profusión escultórica. Me gustan los carros dorados y la Esfinge que escupe agua.
Visité el Palais of Music la mañana del 20 de enero. El Palacio de la Música Catalana fue proyectado por el arquitecto barcelonés Lluís Domènech i Montaner. La construcción se llevó a cabo entre los años 1905 y 1908, con soluciones en la estructura muy avanzadas con la aplicación de grandes muros de cristal y la integración de todas las artes, escultura, mosaicos, vitrales y forja. En 1997 la Unesco incluyó el edificio en su relación del Patrimonio de la Humanidad.
1月20日上午,我游览了音乐宫。加泰罗尼亚音乐宫是由本地建筑师Llis Domènech i Montaner设计的。他在1905年至1908年期间进行了这项工作,采用了非常先进的构建方法,应用了大型玻璃墙,以及完整结合了所有雕塑、马赛克、水晶玻璃以及铸造元素。1997年,教科文组织将该建筑物列入世界文化遗产。
Escenario de la Sala de conciertos
En la boca del escenario,se encuentra el grupo escultórico de Diego Massana y continuado por el joven Pablo Gargallo que representa en la parte derecha el busto de Beethoven debajo de la cabalgata de las Valquirias con una clara simbología de la música clásica centroeuropea de Wagner y la representación de la música popular catalana en el lado izquierdo, con el busto de José Anselmo Clavé debajo de un gran árbol a los pies del cual se encuentra un grupo de cantantes.
El edificio de Gaudi esta siempre distintivo. La Casa Milà es un edificio modernista obra del arquitecto Antoni Gaudí, construido entre los años 1906 y 1910. La fachada presenta una continuidad formal y estilística que, por su forma sinuosa y ondulada, parece una roca modelada por las olas del mar. El edificio no tiene una sola línea recta, la fachada está diseñada de tal manera que es imposible trazar una línea vertical desde el techo hasta el suelo.
En la azotea se encuentran un total de 30 chimeneas, dos torres de ventilación y seis salidas de escalera, diseñadas con diferentes soluciones estilísticas. Las chimeneas semejantes a cascos de guerrero son uno de los elementos más famosos y singulares de la azotea.
El interior de la Casa Milà está diseñado de forma funcional. Esto es la sala de estar.
米拉之家的内部根据不同功能而设计。这是起居室。
Camp Nou
El ultimo lugar es Camp Nou. Pero no es el fan de Barcelona. Solo tomé la foto fuera del estadio.
最后一个去的地方是诺坎普球场,但我不是巴塞罗那的球迷,我只是在体育场外面拍了一张照片。
Pasé tres días en Barcelona. Estoy muy cansada pero fue un buen viaje. Experimenté las culturas únicas de Catalunya.Aunque no me gusta el estilo de Gaudi, disfruté del viaje que es diferente con la Francia. ¡Intento escribir mi nota de viaje en español como el mejor recuerdo de mi vida!El tiempo pasa facilmente pero no lo olvidaré nunca!